Esparta, también llamada Lacedemonia, se encontraba a orillas del río Eurotas, a unos 40 kilómetros del mar. En tiempos micénicos había sido una ciudad importante, pero después de ser conquistada por los dorios hacia el 1100 a. C. cayó en la oscuridad durante un tiempo.
En los tres siglos siguientes fue capaz de ir recuperándose gradualmente e incluso de extender su influencia sobre las ciudades vecinas. Para el año 800 a. C. se había convertido en la soberana de todo el valle, una región llamada Laconia.
Los conquistadores dorios eran los únicos con categoría de ciudadanos, y los únicos que intervenían en el gobierno, aunque fueran una minoría dentro del total de la población. Eran la clase privilegiada. Cuando nacían se les entregaba una parcela de tierra y se les asignaba un número de esclavos que conservaban durante toda la vida. Es decir, si al nacer se les consideraba lo suficientemente sanos y bien formados como para ser espartanos, porque si la comisión de ancianos que los examinaba en el Pórtico determinaba que el recién nacido no era apto, se le arrojaba al Apótetas, un barranco al pie del monte Taigeto.
Según Plutarco, también para demostrar que los niños eran robustos, “las mujeres no lavaban a los bebés en agua, sino en vino, haciendo así una prueba de su temperamento. En efecto, dicen que los niños epilépticos y enfermizos con el vino puro tienen convulsiones y pierden los sentidos, pero los sanos más bien se templan y endurecen su constitución.”
Es el Estado el que educa a los niños. La instrucción es muy severa, y en ella tiene gran importancia el ejercicio físico, puesto que se trata de formarles como guerreros. En cuanto comienzan el periodo de formación dejan de vivir con sus familias y pasan a vivir en grupo bajo el control de un magistrado. Las condiciones son durísimas: van descalzos, sólo tienen una túnica al año y el alimento que se les proporciona es tan deficiente que deben aprender a subsistir robándolo si es preciso. Se les pedía, además, que hablaran poco, y de ahí el término “lacónico”, que hace referencia a los habitantes de la región de Laconia, es decir, a los espartanos.
Sólo hay dos actividades que un espartano considera honorables. Una es la guerra. De hecho, las propias madres espartanas decían a sus hijos, cuando los despedían al partir hacia alguna campaña bélica: “Vuelve con el escudo o encima de él”. El otro asunto del que consideran digno ocuparse es del gobierno.
Cuestiones como el comercio o la industria no son propias de un ciudadano de Esparta, por lo que se dejan en manos de un pequeño grupo llamado periecos, hombres libres pero sin ningún poder político. Descendían de aquellos entre los primitivos habitantes de Esparta que tuvieron la previsión de aliarse a tiempo con los invasores.
El resto, los que habían cometido el error de resistir, fueron esclavizados. Una de las primeras ciudades que sufrió este destino fue Helo. Sus habitantes sufrieron en masa la esclavitud, por lo que con el tiempo el término ilota, o habitante de Helo, llegó a designar a cualquier esclavo espartano.
Un ilota podía ser manumitido por sus buenos servicios a Esparta, con lo que podía pasar a formar parte de los periecos. Pero en general eran seres sin derechos humanos y se los sometía a un trato sumamente cruel.
En cuanto a los ciudadanos de Esparta, perdían su condición de tales si se les consideraba culpables de atimia, es decir, de haber mostrado cobardía o desobediencia durante una campaña militar. Y hay que tener en cuenta que hasta mediados del siglo V a. C. se consideraba atimia no sólo el hecho de huir o retroceder ante el enemigo, sino incluso el de sobrevivir a la vergüenza de una derrota.
Al perder su ciudadanía pasaban a ser los tresantes (los temblorosos). Éstos sufrían toda clase de vejaciones, y las condiciones que debían soportar eran similares a las de los ilotas. En la calle debían ceder el paso, y los espartanos podían golpearlos. No se les podía dirigir la palabra; tenían que llevar la ropa sucia y remendada y afeitarse tan sólo una parte de la barba. Las hijas no podían casarse, sino que permanecían a su cargo. Pero al menos a los tresantes se les permite acudir a los lugares públicos —aunque eran excluidos del gimnasio y del equipo del juego de pelota— y además podían redimirse mediante algún acto valeroso en batalla.
Los espartanos tenían reyes, pero su realeza era poco común, puesto que tenían dos a la vez. Es decir, era una diarquía en lugar de una monarquía. La causa de esto puede ser que dos tribus de los dorios se unieron para conquistar Esparta, y acordaron que ambas familias gobernarían conjuntamente. Los espartanos explicaban el hecho diciendo que los reyes descendían de dos hermanos gemelos.
Con el tiempo el poder de los reyes espartanos fue severamente limitado. Su función principal era la de conducir los ejércitos, y sólo tenían poder en realidad fuera de las fronteras de Esparta, porque en el interior el gobierno era controlado por una oligarquía de 30 hombres. Los dos reyes formaban parte de ella. Los otros oligarcas eran elegidos entre los espartanos que habían llegado a la edad de 60 años. Formaban la gerusía o consejo de ancianos.
Había también 5 éforos o magistrados, encargados de cumplir las decisiones de la gerusía. En tiempos de paz tenían más poder que los reyes y podían multarlos o castigarlos.