Françoise Babou de La Bourdaisière era la madre de la célebre Gabriela d’Estrées, amante de Enrique IV de Francia. En junio de 1592, por las fechas en la que se celebraba en Noyon el matrimonio de Gabriela con Nicolas Damerval de Liancourt, su madre moría asesinada en Issoire junto con el marqués Yves de Tourzel-Alègre, su amante desde hacía varios años.
El padre de Yves había matado a un hombre en el transcurso de un duelo, y perdía a su vez la vida a manos del barón de Vitteaux, hermano del vencido y célebre duelista. El marqués era aún muy joven por entonces, pero aquella tragedia representaba para él una deuda de honor que no iba a olvidar.
Tres años más tarde su tío lo convirtió en su heredero y lo envió a Alemania en calidad de rehén para garantizar un pago al Príncipe Palatino. Parece que el pago se demoró más de lo previsto, porque Yves tardó siete años en regresar a Francia. Para entonces su tío ya había muerto y sus primos habían aprovechado su ausencia para hacerse con la herencia. El marqués hubo de recurrir a los tribunales para recuperarla, pero mientras tanto no dejaba de pensar en vengar la muerte de su padre. Para ello se ejercitaba intensivamente siguiendo las enseñanzas de un famoso espadachín.
Gabriela d'Estrées
El 7 de agosto de 1583, a las ocho de la mañana, los dos adversarios se dieron cita en un campo detrás de los cartujos para batirse en lo que sería un duelo a muerte. Contra todo pronóstico Yves, pese a la inexperiencia de sus 23 años, resultó vencedor. El lance costó la vida a su adversario, con lo que, sin saberlo, el joven marqués había proporcionado una gran satisfacción a una mujer que volvió entonces sus ojos hacia él. Se trataba de Françoise, la esposa de Antoine d’Estrées, con quien había tenido nueve hijos durante los 24 años que llevaban casados. Françoise guardaba resentimiento a Vitteaux por haber dado muerte a uno de sus amantes algún tiempo atrás. Ahora, al tener conocimiento de lo sucedido, llamó a su lado a quien consideraba un héroe por haber logrado derrotar al notable espadachín. Hacía años que esperaba vivir ese momento. Agradecida e impresionada por la destreza del marqués, lo colmó de presentes y atenciones sin el menor disimulo. Desde aquel momento, a pesar de la notable diferencia de edad entre ambos —la dama era 18 años mayor que él—, se convirtió abiertamente en su amante, abandonó a su esposo y a sus hijos, que dejó al cuidado de su hermana Isabeau, para vivir con Yves.
Al poco tiempo Madame d’Estrées daba a luz a la menor de sus hijas, fruto de su relación con el marqués. Fue un escándalo terrible, y una situación sumamente embarazosa para el esposo, que se vio obligado a tomar algunas medidas para paliar el desastre: el 27 de noviembre de 1586 redactó ante notario un documento que privaba a la niña de cualquier beneficio que le hubiera podido corresponder por herencia como hija legítima.
Yves fue elegido por Enrique IV para ser gobernador de Issoire, en Auvernia, su región natal. Tomó posesión de su cargo poco después de la Pascua de 1590. Françoise se reunió allí con él junto con sus dos hijas menores y un gran séquito de servidores.
Su unión resultaba demasiado perturbadora para una localidad como Issoire, muy alejada de las libertinas costumbres que habían imperado en la corte del difunto Enrique III y a las que tan acostumbrada estaba Madame d’Estrées, nieta de una amante de Francisco I. Pero lo que menos agradaba a sus habitantes era la avaricia del marqués, solo igualada por la rapacidad de su amante.
Por hacer economías, Yves no mantenía escolta ni guarnición alguna. Eran sus amigos, la gente de su entorno, quienes asumían la tarea de guardar las puertas de la ciudad. El marqués se alojaba mientras tanto en una humilde morada que tenía por nombre Maison Charrier, sin haberse molestado en tomar ninguna medida de seguridad.
Sus extorsiones exasperaban a la gente, y pronto su impopularidad comenzó a debilitar la influencia del grupo de amistades del que se rodeaba. En junio de 1592 los hermanos Auterouche decidieron librarse de él y continuar sosteniendo la plaza para el rey sin ningún gobernador.
Maison Charrier, actualmente el nº 18 de la Plaza de la República, Issoire
En la noche del 8 o el 9, doce asesinos, liderados por los hermanos, entraron en la casa por una puerta trasera, llegaron a la galería que daba acceso a la alcoba ocupada por Madame d’Estrées y su amante y colocaron un explosivo en la puerta. Françoise fue la primera en despertar, alarmada por un olor sospechoso. Un instante después Yves escuchaba un ruido que le hacía saltar de la cama. Rápidamente comenzó a apilar los muebles contra la puerta para atenuar en lo posible el efecto del explosivo, pero mientras lo hacía se produjo la detonación que le causó graves heridas en el brazo.
A pesar de su estado, Yves presentó un desesperado combate. Su resistencia tomó por sorpresa a los asesinos y le procuró una cierta ventaja momentánea hasta que Blezin, uno de los asaltantes, se arrojó súbitamente contra él y lo atravesó con su daga.
Madame d’Estrées buscó refugio en la alcoba de sus servidoras, pero otro de los hombres la alcanzó.
—Caballeros, ¿mataréis también a las mujeres? —se lamentó Françoise.
—Sí. La perra con el perro —respondió su captor, y a continuación la apuñaló en el pecho, un golpe certero al que sucumbió de inmediato.
Los asesinos se apoderaron de todo. Incluso despojaron al cadáver de su camisón antes de arrojarlo desnudo a la plaza del mercado junto con el de su amante.
Al amanecer, las gentes de la ciudad se encontraban con los resultados de esta sangrienta hazaña. Los cuerpos fueron entonces recogidos y enviados al día siguiente a Meillaud para ser enterrados allí.
Enrique IV
El país llevaba 20 años desgarrado por las guerras de religión. La mayoría de los habitantes de Issoire se alineaban en la Liga Católica, de modo que los amigos del marqués no tenían esperanzas de obtener justicia por parte del rey. Una investigación hubiera equivalido a entregar la plaza a la Liga, así que lo único que podían hacer era tomarse la justicia por su mano. Tal era la terrible situación en la que se hallaba sumida Francia tres años después de que Enrique IV alcanzara el trono: el rey se veía impotente para castigar el asesinato de uno de sus gobernadores en una ciudad que teóricamente se encontraba bajo su autoridad.
Uno de los asesinos, lo bastante imprudente para abandonar la ciudad, fue asesinado en el campo, en casa de uno de sus parientes. Desrieux, amigo del marqués, despachó a dos hombres con la misión de acabar con otros dos. Ese mismo amigo, un día en que cruzaba la plaza del mercado de Issoire, se encontró con uno de los hermanos Auterouche y le dio muerte por su propia mano. No satisfecho con eso, él y los suyos se apoderaron de otros tres de los asesinos y los ahorcaron en el acto. Los restantes lograron huir antes de ser atrapados.