En la batalla de Campaldino, librada en 1289 entre Arezzo y Florencia, la matanza de ciudadanos soldado de ambas partes fue tan grande que tuvo un gran impacto sobre la población e hizo reflexionar a las endurecidas ciudades-Estado. Gradualmente los mercenarios de la época comenzaron a hacerse cargo de las batallas. Esos mercenarios eran a menudo extranjeros, entre los que predominaban ingleses, alemanes y húngaros. Formaron amplias compañías de unos 5.000 hombres, bajo el mando de un condotiero, llamado así porque negociaba una condotta, una forma de contrato con una ciudad en particular. En ella se estipulaba que su compañía serviría a la ciudad durante un determinado periodo de tiempo a cambio de una suma establecida. Una vez terminado ese periodo, el condotiero quedaba en libertad para encontrar a otro patrono, aunque fuera el enemigo del anterior, como sucedía en muchos casos.
El objetivo principal de todo mercenario era evitar la muerte al tiempo que ganaba mucho dinero. Así, la guerra entre ciudades-Estado se convirtió en poco más que una lucha libre moderna, y no era extraño que los mercenarios fingieran librar una batalla tras haber decidido entre ellos, por adelantado, quién iba a salir como ganador.
Un condotiero que no jugó según estas reglas fue el temido inglés John Hawkwood, al que los toscanos apodaron Giovanni Acuto (Juan Agudo). Nacido en Essex hacia 1320, luchó en Francia a las órdenes del Príncipe Negro. Hijo de un curtidor, durante
Batalla de San Romano - Paolo Uccello
Cuentan que en una ocasión en que dos frailes lo habían saludado al modo habitual con un “Que Dios os dé paz”, él respondió “Que Dios se lleve vuestras limosnas”, pues así como ellos vivían de la caridad, él vivía de la guerra, y la paz lo dejaría sin su medio de vida.
Hawkwood fue una rareza entre los condotieros, en el sentido de que nunca se pudo sobornar y siempre cumplió su contrato con exactitud. Primero sirvió a Pisa contra Florencia; en 1368 sirvió a Milán contra Pisa, pero al cabo de 4 años estaba luchando para el Papa contra los milaneses. Abandonó el bando papal cuando un cardenal ordenó la completa masacre de una ciudad enemiga. Se esforzó por vengar la muerte de su suegro Bernabo Visconti y a partir de 1380 sirvió lealmente los intereses de la ciudad de Florencia (aunque aceptaba pequeños trabajos para otras ciudades cuando la necesidad apremiaba).
Los florentinos le nombraron su capitán general, al mando supremo de todas las fuerzas de la ciudad al que, en ocasiones, se le encargaron incluso tareas de policía entre los turbulentos ciudadanos. Fue un magnífico general, muy respetado por su astucia. En una ocasión, cuando los milaneses pensaban que lo tenían rodeado, se permitieron la jactancia de enviarle un zorro vivo atrapado en una trampa. Hawkwood soltó al zorro, devolvió la trampa vacía y condujo a su ejército fuera del cerco sin ninguna dificultad.
Giovanni Acuto - Paolo Uccello
Pasó sus últimos años en su gran casa de Florencia y también en la que poseía en el campo. El Consejo le prometió una elegante estatua ecuestre tras su muerte, pero cuando ésta se produjo en 1394 decidieron cambiarla por una pintura en la pared que encargaron a Paolo Uccello. Este fresco conmemorativo puede verse en la catedral. Uccello empleó una nueva técnica de chiaroscuro que dio al fresco la apariencia de un monumento tridimensional de piedra. Allí recibió Hawkwood un magnífico funeral. A su esposa y sus hijos se les concedieron generosas pensiones.
Uno de sus descendientes iba a regresar un día a Italia: el poeta Shelley.
Bibliografía:
Florencia y Toscana – Russell Chamberlin, Thomas Cook
Who’s who in the Middle Ages – John Fines